sábado, 24 de abril de 2010

Talpa de Juan Rulfo: Una peregrinación hacia la muerte.


La virgen de talpa es para los habitantes del centro oeste de México, lo que Guadalupe es para el resto de los mexicanos. Juan Rulfo toma el nombre de Talpa de Allende, municipio donde se encuentra la imagen de Nuestra Señora del Rosario y lo transforma en el destino de una cruel travesía hacia la muerte. El cuento narra la historia de Tanilo, quien es víctima de una enfermedad repugnante que ha llenado su cuerpo de llagas. Éste decide ir al santuario de Talpa para implorar la curación a la Virgen. Natalia, su esposa y su hermano lo acompañan. El milagro no se realiza; en vez de recuperar la salud, el peregrino muere frente a la imagen invocada. A la ida, durante las pausas nocturnas, cuñado y cuñada tienen encuentros íntimos. De regreso, muerto Tanilo, lo que fuera motivo de placer se convierte en fuente de remordimiento que termina aislando a los ex-amantes.

La propuesta de esta investigación como hemos señalado anteriormente, es el análisis de la ironía en tres cuentos de Rulfo: “Acuérdate”, “Anacleto Morones” y el cuento que atañe a este capítulo: “Talpa”. El enfoque está orientado a la religiosidad que estos cuentos presentan. Algunos críticos señalan explícitamente el aspecto religioso, pero en esta investigación veremos que los cuentos tienen otra intención, y en este sentido es válido el enfoque desde la ironía. Para ello partimos de la definición de la ironía de acuerdo con el Diccionario de Retórica y Poética de Elena Beristáin: “Figura de pensamiento, porque afecta a la lógica ordinaria de la expresión. Consiste en oponer, para burlarse, el significado a la forma de las palabras en oraciones, declarando una idea de tal modo que, por el tono, se pueda comprender otra cosa, contraria. (Beristáin, 1992).

Ahora bien, en la medida que se adentra en la lectura de los cuentos antes mencionados, encontramos que efectivamente el sentido de la ironía adquiere forma. En “Talpa” la peregrinación que hacen Tanilo, su hermano y Natalia en busca de sanación, tiene un final contradictorio, pues Tanilo muere delante de la Virgen del Rosario. En este aspecto podíamos decir que la peregrinación se opone a la intención, y allí adquiere significado el sentido de la burla. Ésta connota la ingenuidad, la creencia y el sacrificio de unos personajes provenientes del campo que ilusionados con la palabrería de los curas, reiteran la constante situación de desencuentro de la religión con la práctica y la pobreza deplorables en que Rulfo ha creado a sus personajes, que a su vez impide que se valgan de los recursos naturales de la medicina; es por esta razón que se debe recurrir a una curación sobrenatural y sacrificar como podemos ver en el cuento, todo lo posible para llegar hasta el santuario.

Aún más, la peregrinación adquiere otro tono: la infidelidad, y es de esa manera, tal como lo plantea la ironía, “comprendemos otra cosa”. La peregrinación tiene como fin que Tanilo muera, y Natalia pueda convivir tranquilamente con su cuñado.

Pero ocurre que la ironía se acentúa más, porque estos no logran su propósito, y la culpa aparece en ellos. “Yo comienzo a sentir como si no hubiéramos llegado a ninguna parte; que estamos aquí de paso, para descansar, y que luego seguiremos caminando. No se para dónde; pero tendremos que seguir, porque aquí estamos muy cerca del remordimiento y del recuerdo de Tanilo” (Rulfo, 2009. Pág. 157)[1].

Tal como señalé anteriormente, el hermano confiesa el propósito de la peregrinación: que éste muriera. Pero la culpa no le permite lo que hicieron. Asimismo el dolor de Natalia hace que confiese, en un acto catártico, la culpa por la muerte de Tanilo. Entonces el placer se convierte en dolor.

La conciencia del pecado del narrador y la esposa de Tanilo (Natalia) aparecen a lo largo del cuento, y sobre todo en el final de este, pues como ellos mismos afirman, “nosotros lo llevamos allí para que se muriera” (Rulfo, 2009, pág. 159). Lo que podemos observar es que si bien Rulfo no se plantea la validez de la religión, si pone en entredicho la práctica de ésta y se ve casi una negación que se vale de la mofa de estas formas de religiosidad que siguen considerándose como posibles herramientas de salvación, en las vidas de unos personajes que se encuentran inmersos en un mundo desolado y amargo.

A estos seres los ha abandonado la divinidad que testimonian en sus pobres vidas, quedando atrapados en un mundo en ruinas, cerrado, cercado, habitado por la muerte y sin un más allá que sugiera redención, pues la religión de los personajes de Rulfo no promete una trascendencia espiritual visible.

Sobre el factor religioso se ha escrito una buena cantidad de textos, sin embargo todos demarcan la actitud beligerante de Rulfo frente a esta, o incluso señalan que no es más que un artificio del autor. Carlos Blanco Aguinaga afirma: “no me atrevería yo a decir que "el discurso" narrativo de Rulfo niega "esos (indefinibles) rasgos (del mexicano)" todavía tal vez dominantes, y que hasta "ironiza" y "se mofa" de ellos. Me resulta difícil pensar que Rulfo se "mofara" de nada (como no fuera de sí mismo y de las pretensiones de los gurús culturales)”, no obstante me permito creer que la religiosidad, o falsa religiosidad que podemos observar al menos en los cuentos que hemos escogido para el desarrollo de esta investigación, obedecen a una labor crítica profunda, desde las ironías de los textos, desde la burla, a unos principios religiosos claramente absurdos. Valencia Solanilla señala también en su texto “Problemática de Dios en Juan Rulfo” que la religiosidad de los personajes en la obra Rulfiana “no es una religiosidad cualquiera: es una búsqueda sin sentido, una finalidad sin fin, una forma de trascendencia nihilista en que se opera un «recorte del mundo»” (Valencia, 2004).

Consideramos ésta, una afirmación arriesgada, dado que para los personajes esta religiosidad si tiene un sentido y un fin. En el caso de “Anacleto Morones” demostrarle a la gente que ha venido en “maledicencias” que el niño Anacleto, en efecto si era santo, y de esta manera legalizar por medio de la canonización la praxis de su “fe”. En “Talpa”, el cuento que nos convoca en este capítulo, para Tanilo tiene un sentido aún más profundo, de vida o muerte, y es éste la curación de su enfermedad que le carcome desde dentro; independiente de las intenciones de su esposa y su hermano. Entonces no podemos hablar de una “finalidad sin fin” pues todas estas manifestaciones, mal o bien, tienen un objetivo estrechamente ligado a esas creencias acomodadas y supersticiosas que se dan por válidas.

Asimismo, La definición de ironía, en el Diccionario de Retórica y Poética de Beristáin señala que la ironía, y en especial la categoría antífrasis[2] se relaciona de una manera cercana con la paradoja. La paradoja se define como : “Figura de pensamiento que altera la lógica de la expresión, pues aproxima dos ideas opuestas en apariencia irreconciliables, que manifestaría un absurdo si se tomara al pie de la letra, pero que contienen una profunda y sorprendente coherencia en su sentido figurado.” (Beristáin, 1997). Rastreando el cuento, la escena en que Tanilo entra en el grupo de danzantes azotándose y saltando en medio de una locura colectiva, coincide con el momento de culminación de su fe. La escena siguiente en que Tanilo muere mientras el cura sigue predicando la validez de estas vías religiosas y, por ello, de las prácticas que concitan refleja una cruel paradoja, que nuevamente connota un cuestionamiento de las vías de esta práctica religiosa. Como bien se señala en el Diccionario de Retórica y Poética, lo que más llama la atención de la paradoja, es su aspecto superficialmente ilógico, que conlleva a una contradicción. Pues bien, todo Talpa es contradictorio, la misma intención de Tanilo de viajar en las difíciles condiciones en las que se encontraba, la intención de los amantes (Natalia y su cuñado) así como el desenlace.

Uno de los aspectos, de donde más se puede soportar la ironía en el aspecto religioso de los cuentos es la superstición que se percibe a lo largo de los relatos. Ivette Jiménez afirma que en “Talpa” la religión está llevada al extremo de la caída. “El cuento denuncia como lo hizo Rulfo muchas veces, la mercantilización de lo religioso, que no re-liga con lo alto y determina esa fe deshabitada, sin objetivo” (Jiménez.1989).

Sin embargo esa es la perspectiva de Natalia y su cuñado que tienen un objetivo muy distinto al de Tanilo. La superstición según la vigésima segunda edición del diccionario de la RAE[3] no es otra cosa que una creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón, o en su defecto, una creencia excesiva. Esta superstición se ve reflejada por ejemplo, en la importancia de llegar temprano a Talpa; “En eso pensábamos Natalia y yo y quizá también Tanilo, cuando íbamos por el camino real de Talpa, entre la procesión; queriendo llegar los primeros hasta la Virgen, antes que se le acabaran los milagros.”(Rulfo, 2009. Pág. 158) si bien, la misma peregrinación obedece a un acto cuestionable desde su mismo origen, el colocar en entredicho el poder divino de la virgen al pensar que ésta concede un número limitado de favores y milagros, obedece claramente a una burla (ironía) magistral de Rulfo a estas prácticas establecidas por la fe. Incluso los preceptos que se tienen de luz-bondad, oscuridad-maldad son revertidos. La luz degenera en calor sofocante, la claridad en instrumento que puede poner al descubierto los siniestros designios de los amantes. En cambio, la noche, además de mitigar los ardores del sol, esconde a la pareja incestuosa de la luz del cielo; simboliza además la muerte, hacia la cual se encaminan como hacia la liberación definitiva: Ya descansaremos bien a bien cuando estemos muertos (Carmolinga, 2002. Pág. 2)

Otra ironía que encontramos en el cuento es quizás la inutilidad de la fe, o mejor del sacrificio. El narrador relata cómo su llegada a Talpa ha sido más demorada que de costumbre. “Todo se debió a que Tanilo se puso a hacer penitencia. En cuanto se vio rodeado de hombres que llevaban pencas de nopal colgadas como escapulario, él también pensó en llevar las suyas. Dio en amarrarse los pies uno con otro con las mangas de su camisa para que sus pasos se hicieran más desesperados. Después quiso llevar una corona de espinas. Tantito después se vendó los ojos, y más tarde, en los últimos trechos del camino, se hincó en la tierra, y así, andando sobre los huesos de sus rodillas y con las manos cruzadas hacia atrás, llegó a Talpa aquella cosa que era mi hermano Tanilo Santos” (Rulfo. 2009. Pág. 157). Esto anterior Beristáin lo señala como una categoría propia de la ironía: El sarcasmo. Definido de la siguiente manera: “Se llama sarcasmo, cuando la ironía llega a ser cruel, brutal, insultante y abusiva en el sentido de que se aplica a una persona indefensa o digna de piedad: La ironía llega a ser sarcasmo por ambas razones, por insultante, y porque la víctima ausente o no, no puede defenderse”. (Beristáin, 1997)

La Irónica cura de Tanilo.

Dado el estado en que se encontraba Tanilo, al entrar en el santuario, lo que se pedía no era una curación sino una resurrección por así decirlo. Era un jugarse el todo por el todo. El deterioro de un cuerpo debilitado por la enfermedad y torturado por la penitencia sigue su curso sin remedio hacia la muerte.

Si bien Tanilo realiza su propio viacrucis en busca de su sanación, Ésta llega, pero no en la forma esperada, sino contrariando sus expectativas: en vez de la prolongación de la vida física, efímera, mediante la muerte del cuerpo se le proporciona el ingreso en la vida eterna.

Rafael Carmolinga se plantea en su texto “El tema religioso en Talpa” si hay o no una respuesta de la virgen a las súplicas de Tanilo; Y si la hubiere, esta indudablemente sería NO. Si bien la hagiografía cristiana abunda en ejemplos de casos sobre personas que han sido curadas, gracias al rezo ante figuras milagrosas, en el caso de Tanilo al parecer, la virgen se ha valido de eso que llaman el silencio de Dios. Pues en “Talpa” la expectativa del milagro se excluye desde el principio, cuando nos enteramos las razones del llanto quedito de Natalia, llanto provocado evidentemente por su el remordimiento que le provoca haberle dado el trato que le dio a su marido, con el afán de acelerar la muerte de este y así, la infidelidad con su cuñado pase de momentos furtivos, a algo más estable. El narrador relata ese tipo de encuentros nocturnos que sucedían entre él y la esposa de su hermano mientras descansaban de las largas caminatas hacia el santuario de Talpa. “Habíamos estado juntos muchas veces; pero siempre la sombra de Tanilo nos separaba: sentíamos que sus manos ampolladas se metían entre nosotros y se llevaban a Natalia para que lo siguiera cuidando. Y así sería siempre mientras él estuviera vivo.”(Rulfo, 2009. Pág. 58) Una y otra vez éste acepta que su principal objetivo es que su hermano Tanilo se muriera, por eso lo obligaron a caminar, y le dieron el trato que se sabe le propinaron. Sin embargo la ironía se presenta después de la muerte de Tanilo como lo señalamos al inicio del capítulo: Descartado el desenlace feliz de la curación, se puede esperar otro; el enlace venturoso de los dos romeros sobrevivientes. Ahora podrán realizar en completa libertad lo que antes tan sólo podían hacer a hurtadillas y esporádicamente. Pero tampoco esto se logra; en este aspecto la situación empeora.

Conclusión: el muerto está mejor que los vivos, pues aquél descansó - Tanilo se alivió hasta de vivir-, mientras que éstos llevan el germen letal del remordimiento. Si bien el camino tendrá su fin para Tanilo, los otros dos protagonistas serán condenados a recorrerlo– ya no tanto físicamente sino espiritualmente — en el infinito remordimiento que les corroe el alma. “La culpa y el remordimiento permea todos los ámbitos del cuento. Este lo abren las largas e incontenibles lágrimas de Natalia quien a su regreso de Talpa llora, “como si estuviera exprimiendo el trapo de nuestros pecados.” (Rulfo, 2009, 168)”

Muerto Tanilo, enfrente de la Virgen y durante el sermón del sacerdote, el hermano confiesa la tristeza que lo embarga al verse con el hermano muerto en brazos, ''como si fuera un estorbo'' Esto representa una nueva ironía; Esa muerte desgarradora de Tanilo, tras un tortuoso camino para llegar hasta allí, contrasta con la vitalidad religiosa del culto a su alrededor. Además la imagen que señala el narrador, para quien “ver a la Virgen allí, mero enfrente de nosotros dándonos su sonrisa'' proporciona un alto grado de tristeza, injusticia y dolor. Otro sarcasmo más en la obra.

A Tanilo (“Santos” es su apellido) el destino divino le ha enviado, como a un Job moderno, una prueba para comprobar la veracidad de su fe. Padece él una incurable enfermedad que le carcome los miembros frágiles de su cuerpo; maldita enfermedad que le corroe no desde fuera, sino desde sus propias más internas entrañas. Por esta razón, su instinto de supervivencia lo motiva al extremo de una apuesta suicida: jugarse los pocos días que le restan de vida con la esperanza de recuperarlos multiplicados. Sin embargo pierde la apuesta. Y de paso hace perder a sus acompañantes de viaje, a quiénes la culpa los deja devastados. Tanilo se convierte así en víctima, pero también victimario, pues allí quedó Natalia, “Vino a llorar hasta aquí, arrimada a su madre; sólo para acongojarla y que supiera que sufría, acongojándonos de paso a todos, porque yo también sentí ese llanto de ella dentro de mí como si estuviera exprimiendo el trapo de nuestros pecados.”



[1] En adelante se citará la 19 edición de Editorial Planeta. Buenos Aires.

[2] Ver definición de esta categoría en el capítulo anterior.

[3] Real Academia de la Lengua Española.